Un destino que suena a Emilio Salgari, a aventuras con héroes coloniales, a historia milenaria y a reales de a ocho. Una isla bendecida que germina por la abundancia del monzón y el calor del trópico. Un jardín en el que brotan la canela y el cardamomo; unas raíces fuertes y delicadas como los árboles de teca y caoba trenzados en una selva que se precipita hacia el mar. Una lágrima bajo La India. Viaje a Sri Lanka, desde la ruta de las especies hasta la jungla y el mar verde.
La experiencia del viajero Sri Lanka puede ser tan diversa como larga es la historia de esta isla: desde la experiencia sensorial de los sabores hasta el asombro por la biodiversidad del país.
Pinnawala y Kandy
Pinnawala se inscribió en las rutas de los visitantes gracias a una iniciativa única: un orfanato para elefantes. Los paquidermos que han perdido a sus progenitores encontraron en Pinnawala una segunda oportunidad. Bebés elefantes se agrupan con los más adultos y encuentran un nuevo hogar en este santuario.
Durante la visita a este orfanato nos dejarán verlos desayunar de la mano de sus cuidadores, e incluso podemos participar dando el biberón a alguno de estos magníficos seres. Después del ágape, veremos cómo se reagrupan para darse un baño en el río para que aliviarse del pegajoso calor.
Los tesoros de Sri Lanka son múltiples, diversos y, sobre todo, enormes. Podemos tener la sensación de que estamos en un continente más que en una isla; en un solo viaje podríamos ver a dos de los mayores mamíferos del plante: elefantes salvajes en el parque de Udawalawe y ballenas azules en la costa de Mirissa. El asombro vive en el recodo del esos caminos que se abren a lo largo de las colinas que nos llevan hasta el pico de Adán. La biodiversidad de especies vegetales ya es un motivo para volar hasta Sri Lanka, ya que vivimos en el tiempo de las últimas cosas.
Una visita al Jardín Botánico de Peradeniya nos enseña un pequeño tapiz de la exuberancia vegetal de Sri Lanka: un jardín lleno de plantas medicinales, múltiples variedades de palmeras y más de trescientas especies de orquídeas, por señalar algunos de los atracitvos del parque botánico. Además, su fundación nos recuerda parte del largo pasado de Sri Lanka; fue construido por el rey Sinhala, uno de los últimos soberanos plenos del país, antes de la colonización británica de 1815.
Nuestro siguiente destino es la ciudad de Kandy, capital montañosa y espiritual del país. También fue capital administrativa, antes de la colonización. El núcleo budista de Sri lanka se levanta exquisita entre una cadena montañosa. En 1998, la Unesco catalogó el casco urbano de Kandy y su entorno como Patrimonio de la Humanidad. Su condición de antigua cabeza de la Sri lanka independiente le confiere un nimbo de orgullo; percibimos la preocupación por mantener vivas costumbres y rasgos más nobles del pasado perdido pero presente.
Tras las huellas de la majestad de Sri Lanka
Nuestra forma de entender la historia está, obviamente, centrada en los acontecimientos que sucedieron en Europa y su área de influencia. Nuestro viaje nos levará al norte de Kandy, donde encontraremos algunos centros históricos y arqueológicos que nos enseñarán la historia antigua del oriente Índico. La majestuosa presencia de los palacios del siglo V, la enigmática serenidad de las efigies de buda o las afiladas escaleras que conducían a los palacios nos dan pistas sobre la historia del reino de Kandy.
A lo largo de la Edad Antigua, se sucedieron varias urbes como capitales. La movilidad estaba relacionada con la posibilidad de regar los cultivos; así nos lo enseñan los tanks, depósitos artificiales que construían los reyes. Finalmente, Anuradhnapura se estableció como capital durante el primer milenio; Polonaruwa, entre los siglos XIII y XIV de la Era Común. En épocas conflictivas, los monarcas escogían emplazamientos defensivos: Yapahuwa (siglo XIII), o en Sigiriya (siglo V). Si la capital se escogía por motivos bélicos, no duraba demasiado como cabeza del reino; también es cierto que sus construcciones son las más perfectas.
Polonnaruwa, capital sentimental, se reconoce entre la herencia del antiguo Ceilán por sus grandes estatuas de Buda. Representan a Siddarta en posición de loto o recostado. Desctaca la excelente y detallista técnica de labrado en la roca, una sinfonía budista perfecta.
Nuestro curso por las capitales históricas concluye con la subida a Sigiriya, la Roca del León. La extinta villa se levanta por sorpresa a doscientos metros de altura sobre la llanura. El rey-constructor que emprendió esta obra nos recuerda su carácter indómito con una estatua megalítica que representa al león. Apenas quedan las garras, hincadas sobre la plataforma que precede a la subida hacia el palacio. Todo ello se explica muy bien en el museo del sitio, que casi nadie frecuenta. La subida está adornada por la galería de las bellísimas apsaras. Pudo ser parte de una secuencia más amplia que anunciaba el ascenso hacia la residencia del rey.
Cuando alcanzamos la cumbre, la visión es arrolladora: la armonía entre jardines y roca; la conjunción del poder y la belleza.
Nuestro viaje sigue por Habarana, donde nos volvemos a encontrar con los elefantes. Aquí se encuentra el parque natural de Minneriya, donde aún conserva un tank de antigua construcción real. Este recurso es vital para los parques nacionales de Sri Lanka en tiempos de sequía.
Muy cerca, en dirección oeste, entramos en Dambulla. Una inmersión en la cultura del reino de Kandy, independiente desde el siglo XIV hasta la ocupación británica en 1815. Las cuevas decoradas de Dambulla albergan el arte de exaltación del budismo, culto ligado a la legitimidad del reino. El llamado estilo de Kandy se completó con estatuas regias y pinturas que narraban diferentes episodios mítico históricos. Como protagonista figurativo de este estilo aparce el elefante; el paquidermo era una parte fundamental en procesiones, trabajo agrario, e incluso para la ejecución de penas de muerte.
Colombo
Nos dirigimos hacia la costa sur. Allí nos espera Colombo, actual capital de Sri Lanka y última etapa del viaje. Colombo conserva el perfil urbanístico europeo: avenidas anchas, edificios altos y zonas de recreo y comercio. Entre plantaciones de té, está situada Nuwara Eliya, la zona de recreo británica. Nuwara conserva muchos elementos coloniales como un club exclusivo o el Parque Victoria y su hipódromo.
Esta zona tiene algunas de las atracciones más curiosas: la fábrica de té Pedro, con la maquinaria del siglo XIX; además, aquí se encuentran algunos buenos restaurantes, con cartas que conjugan la tradición inglesa y los sabores cingaleses.
Aquí el camino puede dividirse hacia los grandes parques naturales y playas del este y del sur; hacia Galle, ciudad fundada por holandeses o hacia el oeste en dirección Colombo, por un paisaje grandioso.
Si nos aventuramos en el corazón de Colombo, descubriremos una ciudad en transformación. Una parte vieja del Fuerte, en el World Trade Center, donde encontramos toda clase de zafiros. Al sur de la Galle Road, comprobamos la elegancia del diseño srilanqués.
El pulmón verde de Colombo también es una herencia británica: el magnífico parque Vihara Maya Devi, con museos interesantes. Entre ellos el renovado Museo Nacional, que ofrece una excelente sala de estatuaria budista e hindú; el trono del último rey de Kandy y reproducciones pictóricas de Sigiriya y Thivanka.
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